Michael Jordan:

Un prodigio irrepetible Hoy en día sería muy complicado encontrar a alguien en este planeta que no hubiera oído alguna vez el nombre de Michael Jordan.
Ningún otro deportista en la historia a evocado alguna vez semejante notoriedad pública a nivel mundial. Michael Jordan a sido mucho más para el baloncesto que lo que fue Muhammad Ali (Cassius Clay) al boxeo o Pelé al fútbol. Jordan traspasó los límites de la fama en el deporte para convertirse, no sólo en una leyenda o un mito viviente, sino en el personaje social más influyente y en el símbolo publicitario más importante del mundo. El día de su retirada, Jordan fue capaz de copar los titulares de casi todos los periódicos y de encabezar los programas de noticias de radio y televisión de todo el mundo. Aunque todos nos olíamos algo así, su retiro produjo un verdadero impacto en todos los estamentos sociales. Porque no se marchaba un buen deportista. Se marchaba el mejor de todos.
Michael Jordan a tenido, durante 14 años, el poder de cautivarnos con sus movimientos inverosímiles en la pista de baloncesto y con su elegancia y su distinción fuera de ella. La frase Be Like Mike (Sé como Mike) dejó de ser un eslogan para convertirse casi en una filosofía de vida: Jordan se convirtió, por sus hazañas con las Bulls, en el ejemplo de superación de casi todos los jóvenes que iniciaban en el deporte. Recogió el testigo de jugadores como Larry Bird y Magic Jhonson y engrandeció un deporte que debe estar agradecido enormemente.
El 13 de enero de 1999, "Air" decidió decirle al mundo que no quería seguir jugando al baloncesto, que se le habían acabado los retos en la NBA y que ahora quería afrontar otro desafío, sin duda más importante y difícil que ganar un anillo: Su familia. Michael había decidido decir adiós al baloncesto profesional para siempre (y esta vez de forma definitiva), pero no había béisbol ni otros deportes de por medio. Esta vez Jordan había decidido tratar de ganar otro tipo de partido: Ser el mejor padre para sus hijos.
Michael Jordan ha sido lo más parecido a la ficción que hayamos visto sobre una pista de baloncesto. Desde su canasta ganadora en la final de la NCAA con North Carolina en 1982 ("mi padre me dijo que esa canasta cambiaría mi vida") hasta su última hazaña en el sexto partido de las Finales de 1998 ante Utah, la vida de Michael Jordan ha sido un prodigio irrepetible, casi un milagro.